Alguno de los niños empezaron incluso a llorar viendo lo que pasaba», nos relataba el colegiado designado para el enfrentamiento ente el Huracán y el Costa Ayala (perteneciente al Grupo II de la categoría de base). Viendo la gravedad de la situación y lo que se había montado desde la grada, el joven árbitro, Daniel Casado, decide suspender el encuentro en el minuto 61.
En ese momento, y con 1-2 en el marcador para el cuadro visitante del Costa Ayala, Casado pitó una pena máxima a favor de los locales que fue el detonante de la batalla que se armó desde el graderío, donde, presuntamente, las madres de algunos de los jugadores de ambos equipos comenzaron una discusión que desencadenó una pelea en la que se vieron implicados varias personas en sólo unos segundos, unas para intentar paliar la situación tan tensa que se había desatado; otras en plena pugna por agredir o no ser agredido.
El alboroto desde la grada fue tanto que el colegiado no tuvo más remedio que suspender el encuentro. «No tuve otra opción. Ni si quiera dejé que se tirara el penalti porque los niños se pusieron muy nerviosos, e incluso alguno empezó al llorar al ver lo que se había formado en la grada. Sé que hice lo correcto, siempre que corra la integridad física tanto mía como la de alguno de los jugadores o, como en este caso, de alguien de la grada estoy obligado a hacerlo y, sin dudarlo, lo haré», relata el propio colegiado del partido, Daniel Casado, que con sólo 17 años ya le ha tocado vivir una de las experiencias más desagradables que se pueden vivir en el fútbol.
Tras unos quince minutos de auténtica camorra, la llegada de la Policía al recinto deportivo de la capital calmó los ánimos de los aficionados en las gradas y todo volvió a la tranquilidad.
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